Hoy te quiero recomendar La oración de la rana, un lujo que he tenido el privilegio de saborear y que me ha parecido uno de los libros más sensatos que me he encontrado últimamente.
La oración de la rana es un texto que destila librepensamiento desde su primera página. Te invito a que te sumerjas en el texto sin ningún tipo de prejuicio o expectativa. Sin pasado ni memoria. Sin filias o fobias.
La oración de la rana es un libro en el que Anthony de Mello comparte a través de cuentos y pequeñas narraciones conceptos espirituales de alta gama. Ideas que es preciso tener bien claro para salir adelante en estos momentos históricos de constantes ataques de terrorismo emocional e intelectual.
Te dejo con algunos de los cuentos que más me han hecho sonreír y reflexionar. Aunque seleccionarlos ha sido difícil ya que todo el libro está sembrados de joyas…
Anthony recomienda en la introducción al libro no leer más allá de un cuento al día y reflexionar durante toda la jornada sobre éste. Detrás de la aparente sencillez de los mismos comprobarás que hay más miga de la que aparenta…
1.
Sobre rezos y rezadores:.
La abuela: “¿Ya rezas tus oraciones cada noche?”.
El nieto: “¡Por supuesto!”.
“¿Y por las mañanas?”.
“No. Durante el día no tengo miedo”.
2.
Una piadosa anciana, al acabar la guerra: “Dios ha sido muy bueno con nosotros: hemos rezado sin parar… ¡y todas las bombas han caído en la otra parte de la ciudad!”
3.
Hacía un frío que cortaba, y el rabino y sus discípulos se hallaban acurrucados junto al fuego.
Uno de los discípulos, haciéndose eco de las enseñanzas de su maestro, dijo: “En un día tan gélido como éste, yo sé exactamente lo que hay que hacer”.
“¿Qué hay que hacer?”, le preguntaron los demás.
“Conservar el calor. Y si eso no es posible, también sé lo que hay que hacer”.
“¿Qué hay que hacer?”.
“Congelarse”.
4.
Un hombre acudió a un psiquiatra y le dijo que todas las noches se le aparecía un dragón con doce patas y tres cabezas, que vivía en una tremenda tensión nerviosa, que no podía conciliar el sueño y que se encontraba al borde del colapso. Que incluso había pensado en suicidarse.
“Creo que puedo ayudarle”, le dijo el psiquiatra, “pero debo advertirle que nos va a llevar un año o dos y que le va a costar a usted tres mil dólares”.
“¿Tres mil dólares?”, exclamó el otro. “¡Olvídelo! Me iré a mi casa y me haré amigo del dragón”
5.
Dos cazadores alquilaron un avión para ir a la región de los bosques. Dos semanas más tarde, el piloto regresó para recogerlos y llevarlos de vuelta. Pero, al ver los animales que habían cazado, dijo: “Este avión no puede cargar más que con uno de los dos búfalos. Tendrán que dejar aquí el otro”.
“¡Pero si el año pasado el piloto nos permitió llevar dos búfalos en un avión exactamente igual que éste…!”, protestaron los cazadores.
El piloto no sabía qué hacer, pero acabó cediendo: “Está bien; si lo hicieron el año pasado, supongo que también podremos hacerlo ahora…”.
De modo que el avión inició el despegue, cargado con los tres hombres y los dos búfalos; pero no pudo ganar altura y se estrelló contra una colina cercana. Los hombres salieron a rastras del avión y miraron en torno suyo. Uno de los cazadores le preguntó al otro: “¿Dónde crees que estamos?”. El otro inspeccionó los alrededores y dijo: “Me parece que unas dos millas a la izquierda de donde nos estrellamos el año pasado”.
6.
En el verano de 1946 corrió el rumor de que el espectro del hambre amenazaba a una determinada provincia de un país sudamericano. En realidad, los campos ofrecían un aspecto inmejorable, y el tiempo era ideal y auguraba una espléndida cosecha. Pero el rumor adquirió tal intensidad que 20.000 pequeños agricultores abandonaron sus tierras y se fueron a las ciudades. Con lo cual la cosecha fue un verdadero desastre, murieron de hambre miles de personas y el rumor resultó ser verdadero.
7.
Subió un hombre a un autobús y tomó asiento junto a un joven que tenía todo el aspecto de ser un “hippy”. El joven llevaba un solo zapato.
“Ya veo, joven, que ha perdido usted un zapato…”.
“No, señor”, respondió el aludido. “He encontrado uno”.
Es evidente para mí; lo cual no significa que sea cierto.
8.
Un viajero caminaba un día por la carretera cuando pasó junto a él como un rayo un caballo montado por un hombre de mirada torva y con sangre en las manos.
Al cabo de unos minutos llegó un grupo de jinetes y le preguntaron si había visto pasar a alguien con sangre en las manos.
“¿Quién es él?”, preguntó el viajante.
“Un malhechor”, dijo el cabecilla del grupo.
“¿Y lo perseguís para llevarlo ante la justicia?”.
“No. Lo perseguimos para enseñarle el camino».
Sólo la reconciliación salvará al mundo, no la justicia, que suele ser una forma de venganza.
9.
En un restaurante chino hay un grupo de amigos disfrutando de la música que interpreta un conjunto. De pronto, un solista empieza a tocar una pieza que les resulta conocida; todos reconocen la melodía, pero ninguno puede recordar su nombre. Entonces llaman por señas al camarero y le piden que averigüe qué es lo que está tocando el intérprete. El camarero se dirige adonde están los músicos y, al poco rato, regresa con el rostro iluminado por una sonrisa de triunfo y cuchichea ruidosamente: “¡El violín!”.
¡La aportación del intelectual a la espiritualidad!
10.
El predicador estaba aquel día más elocuente que de costumbre, y todos, lo que se dice todos, soltaron la lágrima. Bueno, no exactamente todos, porque en el primer banco estaba sentado un caballero con la mirada fija en un punto delante de sí, totalmente insensible al sermón.
Concluido el servicio, alguien le dijo: “Ha escuchado usted el sermón, ¿no es cierto?”.
“Por supuesto”, respondió glacialmente el caballero. “No estoy sordo”.
“¿Y qué le ha parecido?”.
“Tan emocionante que daban ganas de llorar”.
“¿Y por qué, si me permite preguntárselo, no ha llorado?”.
“Porque no soy de esta parroquia”.
11.
Un elefante se separó de la manada y fue a cruzar un viejo y frágil puente de madera tendido sobre un barranco.
La débil estructura se estremeció y crujió, apenas capaz de soportar el peso del elefante.
Una vez a salvo al otro lado del barranco, una pulga que se encontraba alojada en una oreja del elefante exclamó, enormemente satisfecha: “¡Muchacho, hemos hecho temblar ese puente!”.
12.
Un prestigioso político británico no dejaba de pedir a Disraeli una baronía. El Primer Ministro no podía encontrar el modo de complacer al inoportuno político, pero se las ingenió para negarle lo que solicitaba sin herir sus sentimientos. “Siento mucho”, le dijo, “no poder darle la baronía; pero puedo darle algo bastante mejor: puede usted decir a sus amigos que-le he ofrecido una baronía y que usted la ha rehusado”.
Sergio Fernández
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