Recientemente charlaba con un amigo sobre la Abundancia y al hilo de esto me comentó que estaba feliz porque se iba a comprar un buen coche. Me dijo el modelo y me enseñó algunas fotografías en el móvil. Se trataba efectivamente de un buen automóvil, pero aún así hubo algo en el tono de su voz, en su gesticulación y en su manera de contarlo que me llevó intuitivamente a preguntarle si ese coche le hacía verdaderamente ilusión, si era el que realmente deseaba…
Hubo un instante de silencio y entonces le pregunté… ¿Cuál es tu coche favorito?
Lo curioso es que entonces me respondió rápidamente con otro vehículo que no era el que se iba a comprar. Esto nos condujo a una estimulante conversación sobre cómo tomamos decisiones en la vida y sobre cómo nos relacionamos con la abundancia.
El verdadero problema del ser humano no es tanto que tema el fracaso sino que teme el éxito. El reto para la mayoría de las personas consiste en aceptar la abundancia, en atreverse a soñar en grande.
Nos conformamos con el segundo coche que más nos gusta, incluso cuando no hay necesidad. Nos conformamos con una carrera profesional que está objetivamente bien -que quizá es la segunda que más nos gusta- cuando en realidad podríamos optar a la que realmente deseamos. Elegimos el segundo plato que más nos apetece en la carta del restaurante, cuando en realidad podríamos escoger el que más nos gusta.
Nos parece inimaginable un mundo donde podamos vivir con abundancia y como ni siquiera somos capaces de soñarlo, no somos capaces de tomar las decisiones que nos conducirían a vivir con abundancia.
En la vida no sólo es necesario aprender a dar. También lo es aprender a recibir. Nos sentimos tan escasos y tan poco abundantes que cuando la vida nos obsequia -nos permite por ejemplo adquirir el coche que nos apetezca- no somos capaces de aceptarlo. Quizá porque nos coge de sorpresa por la falta de costumbre. Y al no permitirnos conducir el coche que más nos gusta bloqueamos la abundancia de la vida que consiste en participar de un juego en el que todos damos y recibimos constantemente.
El juego sólo es divertido cuando das y recibes en abundancia. El juego sólo es divertido cuando das lo máximo que eres en lo mínimo que haces y cuando aceptas toda la abundancia de la vida en cualquier forma en la que la vida desee hacerlo.
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Sergio Fernández
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