Tomar decisiones es fácil si se saben algunas cosas. Lo que sucede es que en algún momento de nuestra infancia o juventud alguien nos cuenta que es una actividad sesuda y difícil que entraña riesgos y entonces nos pasamos el resto de nuestra vida dotándole de una intriga y pomposidad que, desde mi punto de vista, no merece el asunto para nada.
Sea como sea, hay que aprender a decidir porque pensamos equivocadamente que decidimos sólo en los grandes momentos, en los momentos rotundos en los que tienes que decidir en 24 horas si te vas a ir a Chicago con ese hombre al que apenas conoces o si vas a dejar tu empleo porque ya no sabes ni cómo justificarte a ti mismo que vas a ese trabajo cada mañana.
Sin embargo tu vida es la suma de las miles de decisiones que has tomado y no sólo de las grandes.
Es algo infantil pensar que el resultado de nuestra vida depende únicamente de esos momentos decisivos que vivimos con una épica cinematográfica.
Como lo que más hacemos es decidir, mejor aprender a decidir cuanto antes.
Hoy he pensado que si algún día me hiciera profesor de instituto, dejaría de torturar a mis alumnos con asuntos que encontrarán gratis en internet si es que algún día les interesan y dedicaría mis clase a este tema que probablemente les ayudaría a liderar su vida con mayor sensatez…
Aquí va mis notas rápidas para esa clase poco ortodoxa sobre cómo tomar decisiones…
1. Decide desde el amor. En la vida sólo podemos decidir desde el amor o desde el miedo. Decidir desde el amor es decidir poniendo el foco en lo que queremos. Decidir desde el miedo es decidir poniendo el foco en lo que no queremos. A mi me llevó años empezar a enterarme de que iba esto. Si cuando decides estás pensando en lo que no quieres, si tomas una decisión para evitar que pase algo -lo que no quieres- eso significa que estás decidiendo desde el miedo. Tranquilo, con entrenamiento puede cambiarse y los resultados que ofrece decidir desde el amor son espectaculares. Ojala nos lo hubieran dicho de niños como en En Busca de la felicidad…
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2. Escucha la tripa. Sabe más que tu cerebro de casi todo. A veces creo que la calidad de vida de una persona depende sólo de que se haya dado cuenta de esto. Es posible que lleves tantos años sin escucharla que pienses que escuchar la tripa es escuchar el proceso digestivo de tu último almuerzo. No. Escuchar la tripa es prestarle atención a qué te dice tu cuerpo cuando piensas en una opción y después repetir la operación cuando piensas en otra. Si dudas entre la tripa y tu cerebro por mil razones que ahora no vienen al caso haz caso a tu tripa.
3. Nunca jamas tomes una decisión para hacer feliz a otra persona. Eso te dañará a ti y a la otra persona. Se me ocurren pocas formas más sofisticadas de arruinar una vida que tomar decisiones por hacer feliz a otras personas. Si lo haces antes o después sentirás resentimiento o culpa. De ahí al reproche, la infelicidad o la enfermedad hay sólo un paso.
4. Si una decisión no te hace feliz ahora, raramente te podrá hacer feliz en el futuro. Esto choca de frente con la lógica de lo que es vivir con abundancia. El premio gordo de las decisiones es hoy. Si no te hace feliz hoy no te lo hará en un futuro. ¿Quieres acabar como esta persona que toma consciencia de ello en día que le despiden en Up in the Air?
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4. Asume que siempre le caerás mal a alguien. O que como mínimo no estará de acuerdo contigo. Y asume también que si no es así es que hay algo que marcha mal en tu vida, muy mal. Hazme caso, toma alguna decisión que genere cierta incertidumbre, incomodidad o desaprobación en tu entorno. Aunque sólo sea para experimentar emociones nuevas. Permíteme que te diga otra cosa, si le caes bien a tu pareja, tu familia, tus compañeros de trabajo y vecinos… permíteme que te diga que tienes un problema. No se puede ser auténtico y caerle bien a todo el mundo todo el tiempo… ¿Hace cuanto que no te miran con cara de alucinado? Quizá puedas volver a ver American beauty…
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5. Si no estás disfrutando de una vida abundante eso es que has decidido mal. La vida quiere que seas feliz y la forma que tiene de avisarte de que te has equivocado de camino es poniéndotelo ligeramente difícil en un principio para ir incrementando la dificultad progresivamente. Si las cosas van mal, simplemente toma otro tipo de decisiones.
6. Cualquier decisión que tomes tiene que incrementar tu paz interior. Ya está. Si te resta paz interior no es buena decisión. Otro asunto diferente es que te invite a que tomes decisiones que te saquen de tu zona de confort. Te animo a que hagas esto último y te animo mucho a ello. Estoy seguro que sabrás entender la diferencia entre salir de tu zona de confort y perder la paz interior.
7. Guarda silencio. Creo que eres sabio. No sé quién eres pero sé que lo eres. En lo más profundo, ya sabemos qué es lo que más nos conviene en cada momento. Sigo sin entender por qué no lo escuchamos. Haz pellas, tómate una mañana libre o haz lo que quieras pero consigue un rato de silencio y pregúntate por las posibles consecuencias de la decisión que vas a tomar. Tú ya sabes si ese camino tiene corazón o no lo tiene. Simplemente respétate. Ningún mamífero toma decisiones en su contra salvo los seres humanos. Mi hipótesis es que lo hacemos porque no nos escuchamos lo suficiente.
Sergio Fernández
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